La fiesta

Paseábamos empapados en alcohol.
Arrastrábamos nuestros cuerpos abrazados por las calles de la ciudad gris.
Se habían acabado las risas y,
me cogías la mano con fuerza.
Era el momento de explicarnos la vida.
Tú.
Me hablaste de tu corazón roto.
Yo.
Te hablé de mis desilusiones.
De pronto.
Me miraste con tu mirada felina.
Dijiste: - Hay tanta magia en nosotros, pero no puede ser.
- Dame un beso - respondí.
Susurraste: - No. Mejor no. Sería peor.
Cuando entraste en casa me quedé solo.
Más solo que nunca.
Solo llegue a ti.
Y solo me fui de ti.
Lloré.
Lloré
Lloré.
Porque me quede solo.
Más solo que nunca.
Solo.


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